martes, 14 de junio de 2011

El arte del circo


A principios de la década de los ochenta, en la encantadora Baie-Saint-Paul, una aldea bañada por la orilla norte del río San Lorenzo al este de la ciudad de Quebec, una fantástica idea comenzó a tomar forma. Allí caminaban sobre zancos, hacían malabarismos, bailaban, tragaban fuego y tocaban música Les Échassiers de Baie-Saint-Paul (los "zancudos de la Baie-Saint-Paul"), un grupo de teatro fundado por Gilles Ste-Croix. Este grupo de jóvenes artistas callejeros, entre los que se encontraba el fundador de Cirque du Soleil, Guy Laliberté, no dejaba de impresionar y suscitar el interés de los residentes de esa localidad.
En 1984, con motivo del 450º aniversario del descubrimiento de Canadá por Jacques Cartier, la provincia de Quebec buscaba una forma de llevar las celebraciones a todos los quebequenses. Guy Laliberté convenció a los organizadores de que la respuesta era emprender una gira de artistas de Cirque du Soleil por toda la provincia... y la fiesta continúa desde entonces.

El cuento de Cirque du Soleil es, desde sus inicios, la historia de un vínculo singular entre artistas y espectadores en todo el mundo. Y son estos últimos, los espectadores, quienes alimentan el fuego sagrado de Cirque du Soleil

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